El corazón de América Latina divide la pulsión de sus latidos entre el Este y el Oeste. De cara al Atlántico, el Mercosur no termina de consolidar una estructura regional de despegue que precisa Brasil para transformarse en la locomotora del tren sudamericano: el riesgo evidente es que la máquina se desprenda del furgón y resuelva emprender un camino solitario.
Desde el Pacífico, donde resulta más complejo distinguir una fuerza motora que quiebre con nitidez la paridad de fuerza de impulso, por enésima vez se intenta conformar un nuevo bloque para salir a ponerle el pecho al mercado global, con un Mercosur perdido en el laberinto del Paraguay suspendido y con la controvertida incorporación de Venezuela, mediante las disposiciones CMC 28/12 y 27/12.
Medida la eficacia de estas iniciativas por las estadísticas, la Alianza del Pacifico creció el año pasado un 5 por ciento contra un escueto 3 por ciento del Mercosur de acuerdo a la CEPAL.
La disposición tomada a favor de la defensa de la institucionalidad encarnada entonces por el presidente Lugo podría ser, de forma paradójica, la base jurídica para resolver ahora la reincorporación sin restricciones de ese país si el ahora senador nacional puede persuadir al nuevo gobierno guaraní de las ventajas de contar en el mismo equipo con el coloso petrolero del Atlántico.
Una negativa pondría sobre el tapete internacional el incumplimiento de las obligaciones de respeto a la unanimidad que exigen los pactos regionales, que Mujica, Rousseff y Fernández olvidaron al abrazar a un moribundo Chavez, contra la voluntad de la mayoría legislativa del Paraguay, ratificada con contundencia en las urnas y replicada ahora en su Poder Ejecutivo.
La UNASUR ha reconocido la transparencia y el resultado de este proceso electoral como lo había hecho con la elección venezolana. La rapidez de la comunicación no fue proporcional a esa expresión pero, al fin y al cabo, produce el mismo efecto convalidatorio.
Al otro lado de la cordillera, la estrategia va tomando otra forma. La debilitada Comunidad Andina de Naciones, está mutando en una gran alianza que suma a su poderío el potencial bioceánico de Colombia y Costa Rica. Hidrovía abierta a China, pacificación y apertura también a los Estdos Unidos, auguran apoyo y más inversiones. A pesar de todo, el destino vuelve a ofrecernos otra oportunidad con la petición de Ecuador para incorporarse al Mercosur.
A partir de estev pedido de Correa la geopolítica se reinstala en la agenda y, como hace doscientos años, las independencias uruguaya y peruana evitaban el dominio del Atlántico y del Pacifico Sur a las posibles sociedades argentino-brasileña y chileno-bolivariana, se abre con esta posibilidad la de pedirle perdón al Paraguay, ratificar la llegada de Venezuela y fijar estrategias de crecimiento conjunto en un mundo que reclama más alimentos listos para consumir que materias primas para que después los produzcan otros.
La intensidad, profundidad y duración de nuestro debilitado acuerdo zonal pueden ser las ventajas comparativas de una política de estado regional. Si los países y sus pobladores afianzamos la integración, los cambios republicanos de nuestros gobiernos lo harán con el sistema y ambos hechos se constituirán en los pequeños pasos que Schuman impulsó para fundar la nueva Europa y en una cicatriz definitiva a nuestras Venas Abiertas de América Latina.
Alberto Biglieri
Prof. Derecho de la Integración. UBA