Por Rodolfo Barra
La renuncia del hoy Papa emérito Benedicto XVI a la sede pontificia fue un hecho casi inédito en la historia de la Iglesia1, pese a que el instituto de la renuncia pontifica se encuentra contemplado en el canon (c.) 332 del Código de Derecho Canónico (CIC). La dimisión papal impactó y conmocionó no sólo a los católicos, incluso por la no menor circunstancia de la presencia de “dos Papas” viviendo a escasos metros de distancia dentro del mismo territorio vaticano2. No causó menor conmoción la elección como Sumo Pontífice, por parte del Colegio de Cardenales, de un Obispo latinoamericano, el Arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio, ahora Papa Francisco, venido del “fin del mundo”, como él mismo lo señaló con el buen humor que caracteriza a sus signos pastorales.